El Pantocrátor del Sinaí

Actualizado: 19 de nov de 2021

Es el icono más célebre del mundo ortodoxo, conjuntamente con la Virgen de Vladímir. Es uno de los íconos más antiguos, que han llegado a nuestros días data del siglo VI y se encuentra en el monasterio de Santa Catalina del Sinaí en Egipto.

Este tipo de Iconos reciben el nombre de Pantocrátor (Gr. παντοκράτωρ), que significa literalmente "Gobernante de todos" aunque su traducción más común es "Todopoderoso".

Lo primero que tenemos que tener en cuenta al contemplar esta imagen es que todo pantocrátor es una imagen escatológica, nos hace presente la próxima venida de Cristo al final de los tiempos, como Rey del Universo, victorioso, poderoso y triunfante que viene para jugar a los pueblos.

Sobre este icono se han escrito auténticos ríos de tinta desde que alguien lo comparó con la imagen de la Síndone. (La Sábana Santa de Turín).

Ciertamente la imagen presenta similitudes como la falta de simetría en el rostro debido probablemente a la hinchazón surgida de un golpe. Esto ha llevado a pensar a algunas personas que el autor de este icono lo podría haber pintado, tras haber contemplado la Santa Sábana. Lo cierto, es que nadie puede negar, ni confirmar que esto haya sido así.

Nunca se sabrá a ciencia cierta si el autor mantenía en su memoria esa imagen, pero lo que no cabe duda es que si tenía presente a la hora de escribir este icono, eran las antífonas y los salmos de la liturgia de las horas que los monjes rezan a lo largo del día.

La antífona de las laudes del viernes durante el Tiempo Ordinario dice: “En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia”. Y a reglón seguido se proclama de un texto del capítulo 3 del profeta Habacuc que habla de la futura teofanía (La llegada de Dios) que dice lo siguiente:

¡Señor, he oído tu fama,

me ha impresionado tu obra!

En medio de los años, realízala;

en medio de los años, manifiéstala;

en el terremoto acuérdate de la misericordia.

El Señor viene de Temán;

el Santo, del monte Farán:

su resplandor eclipsa el cielo,

la tierra se llena de su alabanza;

su brillo es como el día,

su mano destella velando su poder.

Sales a salvar a tu pueblo,

a salvar a tu ungido;

pisas el mar con tus caballos,

revolviendo las aguas del océano.

Lo escuché y temblaron mis entrañas,

al oírlo se estremecieron mis labios;

me entró un escalofrío por los huesos,

vacilaban mis piernas al andar.

Tranquilo espero el día de la angustia

que sobreviene al pueblo que nos oprime.

Aunque la higuera no echa yemas

y las viñas no tienen fruto,

aunque el olivo olvida su aceituna

y los campos no dan cosechas,

aunque se acaban las ovejas del redil

y no quedan vacas en el establo,

yo exultaré con el Señor,

me gloriaré en Dios mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza,

él me da piernas de gacela

y me hace caminar por las alturas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Y nuevamente se repite la antífona “En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia”.

Y este es el corazón del icono. Volvamos a contemplar la imagen con más atención.

La composición es la clásica del pantocrátor ya que este icono sirvió de modelo a numerosas generaciones de artistas posteriores, como imagen canónica de Cristo.

Como ya hemos dicho la imagen no presenta simetría. Al dividir la imagen en dos de forma vertical, vemos que en su mano derecha se encuentra situada en la postura de bendición. Mientras que su mano izquierda, porta las escrituras el “código legislativo” ante el cual se confrontaran las obras de todos los hombres.

Al detenernos en el rostro observamos nuevamente que la mitad derecha del rostro esta tiene un gesto de dulzura y amabilidad en su mirada y su labio esta relajado mientras que si observamos su lado izquierdo, notamos gesto de severidad su ceja se arquea hacia arriba y en sus labios hay cierta tensión como si se contrajeran al apretarlos ligeramente.

Aportamos aquí una imagen especular de la dos mitades de forma que quede se nos revele plenamente la intención del iconógrafo.

A todos nosotros, los que hoy se nos hace presente a través de la contemplación de este icono la parusía se nos hacen presentes las palabras del Salmo 25 (24)

Acuérdate, Yahveh, de tu ternura, y de tu amor, que son de siempre.

De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu amor, acuérdate de mí. por tu bondad, Yahveh.

Haciendo brotar de nuestros labios hoy la antífona nuevamente.

“En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia”.