La pintura al temple
El término «templar» se utiliza para describir un proceso de acondicionamiento de un material, para aportarle unas propiedades deseables con un fin concreto. En este caso templar sería convertir los colores secos o pigmentos en fluidos adherentes, mediante el añadido de un medio o líquido adecuado y también hacer flexible o dúctil una sustancia rígida o quebradiza los pigmentos.
Más tarde, la palabra «temple» se aplicó a las pinturas hechas con yema de huevo, u otras emulsiones como la caseína, etc. Una emulsión es una mezcla estable de un líquido acuoso con una sustancia aceitosa.
El principal tipo de emulsión natural para temple es: la yema pura de huevo. Las yemas de los huevos de gallina contienen una solución en agua de una sustancia gomosa, la albúmina, un aceite no secante llamado aceite de huevo, y lecitina, un lipoide o sustancia grasa que es uno de los emulsificadores o estabilizadores más eficaces de la naturaleza.
La albúmina es un buen emulsificador ya que pertenece a un grupo de proteínas que tienen la propiedad de coagularse con el calor, como se demuestra al cocer un huevo. Se obtiene el mismo efecto cuando está diluida y extendida en una capa fina, y se expone a la luz. La película de yema de huevo queda adecuadamente insoluble, dura, coriácea y permanente.
La capa de pintura al temple una vez seca pierde flexibilidad de forma que se conserva mejor cuando utilizamos un soporte rígido. Tradicionalmente los artistas han venido utilizando tablas de madera aparejadas con gesso que le confiere una gran propiedad absorbente, como es habitual en la técnica iconográfica bizantina.
La pintura de un icono correctamente pintado una vez seca no se oscurece, ni amarillea, ni se agrieta con el paso del tiempo. Si ha habido algún fallo en la preparación o aplicación que pudiera dar lugar a agrietamientos u otros defectos, estos se manifestarán poco después de secarse la pintura.
El temple nos permite seguir trabajando y haciendo añadidos durante un cierto tiempo, aproximadamente ocho meses. Transcurrido este tiempo los colores frescos ya no se unen a los viejos, tendiendo a quedar en la superficie con un efecto opaco. El medio de huevo adquiere un estado final inerte y permanente.
Las obras realizadas con la técnica del temple se caracterizan por su aspecto vibrante y luminoso, que no se puede reproducir con otros medios, de forma que siempre resulta fácil identificar una obra que se ha realizado con esta técnica.
Si como en el icono se utiliza el temple al huevo la pintura tiene un acabado satinado o ligeramente brillante. Bien barnizados, pueden presentar un aspecto muy elaborado.