Suelo (base o sedimento)

En la creación de un icono, cada etapa del proceso es fundamental para garantizar la durabilidad y calidad de la obra. Uno de los elementos esenciales, aunque muchas veces desconocido para el espectador, es el suelo, también llamado base o sedimento. Este término hace referencia a la primera capa de imprimación aplicada sobre la tabla de madera que servirá como soporte del icono.
El suelo está compuesto por una mezcla especial de yeso y aglutinantes, cuidadosamente preparada para proporcionar una superficie lisa y absorbente. Su función principal es asegurar una fuerte adherencia de la pintura, permitiendo que los pigmentos se fijen de manera óptima y que los colores conserven su luminosidad a lo largo del tiempo.
Proceso de Aplicación
Preparación de la Tabla: Antes de aplicar el suelo, la madera debe ser tratada para eliminar imperfecciones y prevenir futuras deformaciones. Tradicionalmente, se emplean maderas como el tilo, el aliso o el abedul, que ofrecen estabilidad y resistencia.
Imprimación con el Suelo: La mezcla de yeso y aglutinantes se extiende en varias capas finas sobre la superficie de la tabla. Entre cada aplicación, la base se lija cuidadosamente para lograr una textura uniforme y suave.
Creación de la Superficie Ideal: Una vez seco, el suelo proporciona un fondo blanco y ligeramente poroso, idóneo para recibir los pigmentos naturales con los que se ejecutará la imagen sagrada. Esta preparación es crucial para la técnica de la pintura al temple, usada tradicionalmente en iconografía.
Importancia Espiritual y Técnica
Más allá de su función técnica, el suelo posee un significado simbólico en la tradición iconográfica. Representa la preparación espiritual del artista antes de plasmar la imagen sagrada, un proceso que, al igual que la imprimación de la tabla, requiere paciencia, dedicación y un profundo sentido de reverencia.
Gracias a esta base cuidadosamente trabajada, los iconos pueden resistir el paso de los siglos, conservando la intensidad de sus colores y la nitidez de sus formas. El suelo es, en definitiva, el cimiento sobre el cual se edifica la belleza y la espiritualidad de la iconografía ortodoxa
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